viernes, 7 de septiembre de 2012

INTENTO SONREÍR 

Un mágico verano

Como hace meses dediqué, volví a ese lugar en el que todo parecía fácil, feliz; en el que todos los problemas desaparecían por unos días, en el que podías saber qué era la felicidad. Aquel lugar en el que, de niña, veías todo con otros ojos: los ojos de la ignorancia.

Cuando llegué, recordé la entrada que dediqué a ese lugar. Recordé como describía la llegada, la humedad del mar, el olor, mi ilusión por estar allí. Este año iba a ser el último -quizá- que pisara esa casa. Las circunstancias de la vida prohibirían la entrada.

Bajaste del coche, un pie, después el otro. Te arrodillaste y tocaste la acera, con algunas chinas de la arena de la playa. Pudiste oler ese aroma a mar, como tu pelo tenia otro tacto y te diste cuenta de que estabas ahí. Realmente parecía un sueño, quisiste la petición de un pellizco, capaz de abrirte los ojos, y de decirte que eso no era un sueño. De verdad, os digo que parecía un sueño.
Tu padre te confesó que él no pensaba volver, pensaba no volver a estar en ese pueblo; Morir sin pisarlo antes.

Entraste en el portal, recorriste el pasillo, -estaba totalmente igual que hacía siete años.- Ese pasillo con baldosas de mármol color granate. Un único buzón -negro- para todo el bloque; Más adelante, a la izquierda un bajo; a la derecha otro. Tus ojos seguían recordando. Escaleras a la izquierda, y siguiendo un poco más hacia delante, la puerta de tu casa. Siempre con la virgen de la Montaña.

Parecía tan irreal que cogiste tu cámara, comenzaste a hacer fotos. Simplemente porque, querrás enseñar aquella casa a tus hijos, cuando los tengas. Al igual que tu padre, quieres que tus hijos veraneasen ahí pero no sabes si eso podrá resultar.
Tu padre te cuenta cada detalle de casa rincón de aquel pueblo andaluz, su primera discoteca, sus amistades, sus  vecinos... todos sus recuerdos. A ti te emociona saber que al igual que tú, tu padre pasó allí algunos de los mejores días de su vida.